Me niego a poner nombres a los sentimientos.
No quiero poner precio, fecha de caducidad,ni sabores a los besos, ni color a los momentos negros.
Es mejor dejarlos pasar.

15 noviembre 2011

Mi Gran Ciudad


Se escucha un lamento entre el tráfico y el estruendo de las ruidosas máquinas de la ciudad de Vigo. Escucha atento, alguien llora en la Gran Ciudad, mientras todas las personas que le rodean tienen sus vidas siguiendo el turbulento atropello de los placeres y haciendo notar la indiferencia hacia la persona que llora. Nadie sabe por qué llora ni lo que esta pasando en la vida de esa persona, al igual que no sabemos lo que esta pasando en la sociedad actual. Todo sigue su curso y todos continúan sin importar las lágrimas de la persona que llora en la Gran Ciudad. Se  desespera y grita con todas sus fuerzas aunque nadie se pare a abrazar a esa persona; todos estan pendientes de sus propias vidas privadas, sin importar nada más. No queda tiempo para consolar a quien sufre en mi Gran Ciudad, porque el reloj, corazón metálico y frío, camina a toda velocidad sin detenerse a levantar a los caídos. Y ¿qué podemos hacer para parar este despiadado egoísmo?, ¿cómo hacer cambiar la sociedad inhumana en la que hoy vivimos en la Gran Ciudad?, ¿qué es lo que sucede en el corazón de las urbes con millones de personas corriendo de un lado a otro sin importar lo que les rodea?... Debemos actuar urgentemente . Rompamos el corazón metálico de esta Gran Ciudad y sustituyámoslo por uno de sangre y hueso.
Paremos unos segundos a pensar cómo es posible que esto ocurra. Pretendemos ser los protagonistas de un cuento de fantasía, queriendo todo cueste lo que cueste y fijándonos sólo en los demás para comparar y envidiar. Y realmente seríamos mucho más felices si nos dejásemos comparar con los otros habitantes de la Gran Ciudad ya que si no lo hacemos nos será complicadísimo llegar a felices. Pero no nos conformamos con eso, es más, no sólo queremos ser felices, queremos ser más felices que los demás, y eso es muy difícil ya que por alguna extraña razón, siempre imaginamos que el resto del mundo es mucho más feliz de lo que realmente es. Una vez más, agudicemos nuestros oídos habitantes de la Gran Ciudad, que es mucho más sencillo ser feliz haciendo feliz que ser feliz haciéndonos felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario