Marzo siempre ha sido un buen mes. Todos los años nos regala las nuevas sorpresas que harán que nuestra vida cambie, de uno u otro modo. Este año sin embargo, no tenía muchas esperanzas en mi mes, pero como siempre, la vida hace que el mundo de una vuelta de 360 grados y se coloque en la posición en la que los sueños e ilusiones se cumplen.
Llegas un día a casa y notas algo parecido a un click. Algo que te hace pensar que puede que avecinen cambios. Estos cambios no tienen porque ser grandes, pueden ser verdaderas tonterias pero he de decir que esta vez han sido aproximadamente 165 cm de grandes.
Siempre he pensado que la vida es un juego en el que sólo hay dos jugadores aunque muchas partidas. Normalmente, los juegos se basan en la competitividad por lo tanto sólo suele haber un ganador y un perdedor. Aquí, encontramos que aplicándolo a las relaciones interpersonales se produce una lucha entre diferentes sentimientos que nuestro cerebro crea y nuestra alma anhela, y los intereses de cada uno. Si se juega mal la partida encontramos a ese ganador y a ese destruído perdedor. Cada momento, es el movimiento de una ficha, que lleva asociadas diferentes atributos dependiendo de las ideas de cada persona. La decisión es individual.
Pero en un juego hay muchos otros factores importantes. Por un lado las metas, ¿qué esperamos conseguir con el movimiento de esa ficha?... Por otro lado las reglas, ¿hasta dónde estoy dispuesta a llegar por esa persona?.
Pues bien, a mi me gustan las personas que consiguen tener una meta común o que simplemente se dejan llevar sin importar la meta, sólo continúa caminando, jugando. Las personas que dejan a un lado el ganar y comparten, siempre tirando los dados sin miedo a poder perder y eliminando etiquetas. Éso no es nada fácil ya que normalmente el egoísmo tira mucho y, a pesar de que quien no arriesga no gana, la respuesta más sencilla es comodamente descansar en cuanto llegas a una casilla denominada "casa", pero... ¿qué pasa si de un día para otro encuentras a una persona que realmente es así, que juega sin miedo acompañando en el viaje a la ficha compañera?. Cuando ésto ocurre aflora algo escaso, pero esencial para la vida de cualquier persona. La amistad.
Muchos dicen que la amistad hoy en día está perdida, destruída por la falsedad de quienes pueden y no quieren... Pero yo aún creo en los abrazos, en lo simple, en las sonrisas, las confidencias... las tardes lluviosas en una nublada ciudad. Canciones, pensamientos compartidos, miradas cómplices, visitas fugaces, regalos inesperados, confesiones, miedos ocultos... El inicio del paso de lo desconocido a la unión.
A cada persona que aparece en mi vida, me gusta atribuírle algo característico. A esta persona en cuestión he decidido llamarla la niña océano. Inmenso, eterno, lleno de fuerza, con mucho más de lo que a simple vista puedes ver... Y a su vez inestable, en continuo desequilibrio... Todo lo que lo hace único. Así es ella. En poco tiempo he rozado la piel de su dolor, me he sumergido en el sonido de su risa y saboreado el color de su viva música... Una amistad no regalada, trabajada desde un primer día con empeño y cariño ya que, al fin y al cabo, hoy en día no hay nada gratis. Sin nada que ocultar y máximo respeto a las decisiones tomadas. Un saber escuchar hasta lo que no se dice pero aún más importante un saber callar. El no aprisionar y saber decir en el momento adecuado las palabras mágicas, precisas. El compartir, dar y recibir... Ese respeto y generosidad que todos deseamos cuando pensamos en alguien con quien compartir momentos.
Esa es ella, un inmenso océano. Un acéano de palabras y letras. De algo que va mucho más allá de simples frases, lleno de significado. Un océano que cada día me invita a cruzarlo a nado y del que cada noche salgo victoriosa con una nueva lección aprendida. Una travesía peligrosa a veces... pero aún cuando se acerca un maremoto siempre sé que está conmigo y con eso es más que suficiente.
Que cuando consigues algo así, ni las ráfagas de viento más fuertes pueden conmigo. Ni las duras olas consiguen hundirme o asustarme. Un viaje con un claro significado. Un viaje que significa amistad.