Me niego a poner nombres a los sentimientos.
No quiero poner precio, fecha de caducidad,ni sabores a los besos, ni color a los momentos negros.
Es mejor dejarlos pasar.

30 abril 2012

Veintinueve


Domingos. Las dudas siempre asaltan los domingos. Te preguntas qué haces con tu vida y cómo has acabado siendo como eres ahora. Cómo has llegado a pensar todo en lo que crees firmemente y cómo eres capaz de dudar de todo a veces.  Te das cuenta de que por muy fiel que quieras ser contigo misma siempre intentas mentirte para apartar lo que te hace daño de tu mente. Por otro lado tienes fé en ti... pero hay días en los que la fé descansa y decide dejarte con el culo al aire haciendo que te plantees cambios; esos cambios que tanto nos cuesta hacer pero que son tan necesarios que sin ellos parece que no puedes respirar.
Siempre intentamos complacernos a corto plazo, haciendo lo primero que se nos pasa por la cabeza, y sin darnos cuenta de que, al final, éso nos mina el alma.  Y luego nos hace temblar, pensando en pasarnos una vida solucionando todo así, como hacen los cobardes, los que no tienen ganas o fuerzas para continuar de otra manera. Aunque puede que no sepan como hacerlo de otra forma...
Nos encontramos ante un largo camino y decidimos ir corriendo... antes de llegar a la mitad ya estamos agotados y tenemos que ir andando pero con todo el cansancio de haber corrido sin parar y con la sensación de no avanzar... Y pensamos que, si hubiesemos ido andando, puede que no estuviesemos llegando a la mitad del camino, pero llegaríamos algo más tarde sin estar cansados. ¿Pero qué nos hace ir corriendo, las ganas de llegar o el miedo a no llegar?. En mi caso no es ninguna de las dos, es el miedo a llegar a pesar de querer llegar. Es complicada la relación entre deber, querer, poder, temer... Deber llegar, temer no querer y por ello no poder y a la vez deber poder no temer para querer. Hay que encontrar la manera de salir de la cárcel que nosotros mismo construímos. Da igual cómo lo hagamos... encontrando la llave, partiéndola, haciendo un agujero... éso es lo de menos. Pero quiero salir ya, pisar firme en un camino y avanzar... sin miedo, con la vista al frente y sin mirar atrás.

27 abril 2012

Luna



Eres el Sol que nunca se pone... pero me da igual. Ahora quiero vivir bajo la Luna, bañarme en su reflejo y observar esa luz que tan mágicamente desprende en su recorrido nocturno. No se porque al Sol se le atribuyen tantos méritos cuando es la Luna la que, rodeada de absoluta oscuridad, brilla para conceder a los más fantasiosos sus sueños... La que guarda las miradas atentas de los paseantes que no quieren dormir y les acompaña en silencio.
Cada noche, observa desde lo más alto del cielo los movimientos, los anhelos, los pensamientos, los actos y los secretos de todos los que por sus pies pasamos. Y prueba de que no es bueno saberlo todo son sus fases. Sólo una vez al mes deja su cuerpo entero al descubierto y nos da a todos nosotros la inspiración para inventar cuentos de ardientes dragones , peligrosos hombres lobo y enamoradizas sirenas. A partir de ahí, al igual que todos nosotros hay días en los que crece, devolviendonos las ilusiones de volver a verla en todo su explendor, y otros en los que mengua, enseñándonos que hasta algo tan superior también a veces necesita esconderse, estar en soledad.
¿Cuantas canciones, historias, poemas y cartas se han escrito a este bello ser celestial?, ¿cuantas lágrimas habrá visto caer por frágiles rostros y cuántas risas la habrán hecho retumbar en el cielo?... ¿Cuántos habrán admirado su belleza y su luz?. Y a pesar de esto, el deseo de desaparecer de vez en cuando no persiste. Y puede que la Luna sólo quiera un abrazo, ver al Sol que siempre desaparece cuando ella sale... Pasa pocas veces, pero a veces, pasa... Y al día siguiente la Luna sale y parece que nos sonríe.

24 abril 2012


Quiero que me mires a los ojos y me digas lo que ves. Quiero que el cielo se refleje en tus pestañas y me susurre al oído de qué color es el viento que cada mañana sopla en mi ventana. Quiero una vida llena de retos, de promesas por cumplir, de paseos bajo la lluvia y noches estrelladas. Quiero oír las sonrisas que se esconden bajo sus bocas, los pensamientos del día a día y las lágrimas de quien se esconde detrás del gris que se respira.  Quiero detalles todos los días, despertarme con el sonido del mar y alguien a quien abrazar. Quiero caminar sin rumbo, tropezando con cada una de las piedras y sintiendo el placer de levantarme después. Quiero a mis amigos a mi lado, juntando cada uno de sus mundos en busca de la creación de nuestro mundo. Quiero acostarme pensando en lo que he aprendido pero sobre todo en lo que me queda por aprender. Quiero poder querer lo que deseo y seguir deseando lo que podría querer. Quiero amor, esperanza, cariño, confianza y momentos que recordar.
Que una vida sin querer no es vida y a la vida, hay que quererla.

La niña océano.


Marzo siempre ha sido un buen mes. Todos los años nos regala las nuevas sorpresas que harán que nuestra vida cambie, de uno u otro modo. Este año sin embargo, no  tenía muchas esperanzas en mi mes, pero como siempre, la vida hace que el mundo de una vuelta de 360 grados y se coloque en la posición en la que los sueños e ilusiones se cumplen.
Llegas un día a casa y notas algo parecido a un click. Algo que te hace pensar que puede que avecinen cambios. Estos cambios no tienen porque ser grandes, pueden ser verdaderas tonterias pero he de decir que esta vez han sido aproximadamente 165 cm de grandes.
Siempre he pensado que la vida es un juego en el que sólo hay dos jugadores aunque muchas partidas. Normalmente, los juegos se basan en la competitividad por lo tanto sólo suele haber un ganador y un perdedor. Aquí, encontramos que aplicándolo a las relaciones interpersonales se produce una lucha entre diferentes sentimientos que nuestro cerebro crea y nuestra alma anhela, y los intereses de cada uno. Si se juega mal la partida encontramos a ese ganador y a ese destruído perdedor. Cada momento, es el movimiento de una ficha, que lleva asociadas diferentes atributos dependiendo de las ideas de cada persona. La decisión es individual.
Pero en un juego hay muchos otros factores importantes. Por un lado las metas, ¿qué esperamos conseguir con el movimiento de esa ficha?... Por otro lado las reglas, ¿hasta dónde estoy dispuesta a llegar por esa persona?.
Pues bien, a mi me gustan las personas que consiguen tener una meta común o que simplemente se dejan llevar sin importar la meta, sólo continúa caminando, jugando. Las personas que dejan a un lado el ganar y comparten, siempre tirando los dados sin miedo a poder perder y eliminando etiquetas. Éso no es nada fácil ya que normalmente el egoísmo tira mucho y, a pesar de que quien no arriesga no gana, la respuesta más sencilla es comodamente descansar en cuanto llegas a una casilla denominada "casa",  pero... ¿qué pasa si de un día para otro encuentras a una persona que realmente es así, que juega sin miedo acompañando en el viaje a la ficha compañera?. Cuando ésto ocurre aflora algo escaso, pero esencial para la vida de cualquier persona. La amistad.
Muchos dicen que la amistad hoy en día está perdida, destruída por la falsedad de quienes pueden y no quieren... Pero yo aún creo en los abrazos, en lo simple, en las sonrisas, las confidencias... las tardes lluviosas en una nublada ciudad. Canciones,  pensamientos compartidos, miradas cómplices, visitas fugaces, regalos inesperados, confesiones, miedos ocultos... El inicio del paso de lo desconocido a la unión.
A cada persona que aparece en mi vida, me gusta atribuírle algo característico. A esta persona en cuestión he decidido llamarla la niña océano. Inmenso, eterno, lleno de fuerza, con mucho más de lo que a simple vista puedes ver... Y a su vez inestable, en continuo desequilibrio... Todo lo que lo hace único. Así es ella. En poco tiempo he rozado la piel de su dolor, me he sumergido en el sonido de su risa y saboreado el color de su viva música... Una amistad no regalada, trabajada desde un primer día con empeño y cariño ya que, al fin y al cabo, hoy en día no hay nada gratis. Sin nada que ocultar y máximo respeto a las decisiones tomadas. Un saber escuchar hasta lo que no se dice pero aún más importante un saber callar. El no aprisionar y saber decir en el momento adecuado las palabras mágicas, precisas. El compartir, dar y recibir... Ese respeto y generosidad que todos deseamos cuando pensamos en alguien con quien compartir momentos.
Esa es ella, un inmenso océano. Un acéano de palabras y letras. De algo que va mucho más allá de simples frases, lleno de significado. Un océano que cada día me invita a cruzarlo a nado y del que cada noche salgo victoriosa con una nueva lección aprendida. Una travesía peligrosa a veces... pero aún cuando se acerca un maremoto siempre sé que está conmigo y con eso es más que suficiente.
Que cuando consigues algo así, ni las ráfagas de viento más fuertes pueden conmigo. Ni las duras olas consiguen hundirme o asustarme. Un viaje con un claro significado. Un viaje que significa amistad.